sábado, 16 de abril de 2011

Amparo León Cascón: "Natalia Conde, Arte: signo y objeto"


Natalia Conde "Cuando la tierra se enfríe".
Acrílio sobre lienzo.


Por Amparo León Cascón

Miembro del Comite Español de Historiadores del Arte
Exclusivo para ANALISIS


Para aquellos que no conozcan la obra de Natalia Conde, diremos que, como respuesta a una necesidad creativa, esta artista dominicana ha estado investigando en un lenguaje que la identifique hace ya varios años, dando como resultado de tal búsqueda una obra de gran personalidad. Una obra que no solo se plasma mediante la técnica pictórica sino también la escultórica, siempre con gran plasticidad e inquietud técnica.
En sus lienzos la poesía, muy pensada, resuma junto con la fuerza de la expresión. Una simbiosis en donde se mezclan e interactúan elementos que adquieren la complejidad del caleidoscopio. Este contraste de fuerte suavidad es lo que nos desequilibra, nos sacude, nos estimula y atrae nuestra atención. El arte de Natalia Conde resulta, así, un hecho de significación que se ubica a mitad de camino entre el signo lingüístico y el objeto pum. Es la forma de posesión de la naturaleza por la cultura, que promueve al rango de significante a un objeto bruto; lleva a un objeto al rango de signa y muestra en el una estructura antes latente.
La magia, unida a ese don especial del que crea, se desborda en las imágenes de esta pintura, que la convierte en verdadera expresión del espíritu.
Pero los cuadros de Natalia Conde comunican. Comunican precisamente por esa concreta relación entre su signa y el objeto que lo ha inspirado. Y como sostiene LEVI-ESTRAUS en "Entretiens, Le em et le Cmit, Obertura" (Versión española: Lo crudo y lo cocido, EC.E., 1968) "Si esta relación de iconicidad no existiera, ya no estaríamos ante una obra de arte sino ante un hecho de orden lingüístico, arbitrario y convencional; y si, por otra parte, el arte fuese una imitación total del objeto, ya no tendría mas el carácter de signo".
Si queda en el arte una relación sensible entre signos y objetos es porque su iconicidad le permite adquirir valor semántico; y si, por otra parte, tiene valor de signo, es porque, de un modo u otro, presenta los mismos tipos de articulación que el lenguaje verbal.
 La magia, unida a ese don especial del que crea, se des borda en las imágenes de esta pintura, que la convierte en verdadera expresión del espíritu.
Cuando Dionis hace su análisis de la estética parece que se refiera a esta artista: “indagación de la naturaleza de la perfección sensorial, la experiencia de la belleza ... El arte tiene un tema, unas . . emociones, unas pasiones y unos sentimientos”.
Cualquier acontecimiento visual es una forma con contenido, pero el contenido esta intensamente influido por lo significante de las partes constituyentes, como el color, el tono, la textura, la dimensión, la proporción y sus relaciones compositivas con el significado. En este sentido, Natalia consigue la armonía de las formas a través del equilibrio compositivo, la unidad, la profusión de cuerpos y matices de color, la sutileza, la coherencia ... La textura juega con nuestro sentido táctil, alternando lo terso del óleo y el agua, lo rugoso de la espátula en figuraciones humanas que adquieren casi proporciones naturales, lo cual nos embebe más ADN, nos hace sentimos dentro de la obra, convertida en parte integrante de nosotros o convertimos en un componente más de la misma. Pero lo que sin duda alguna sobresale en las obras de Natalia es el color, ese color cargado de mil matices, que hace y deshace, compone y desfigura. Ese color ora cálido para los seres humanos, ora frío para una naturaleza presente. El color que pregona la presencia de la luz, otorgándole una profundidad de campo que nos hace reflexionar sobre lo que otra realidad ajena, no material.
 Lo que uno ve es una parte fundamental de lo que uno sabe. "Y que es lo que sabemos de nuestra sensibilidad, de nuestra África, de nosotros mismos? Quizás para descubrirlo, para "descubrirnos" necesitemos el arte, a pintura. Esta pintura por la que se desvive su autora, con la que logra desde su particularidad la generalidad del sentimiento humano, haciendo que cada una de las personas que contemplamos su obra formemos parte del proceso comunicativo.
Y es que Natalia Conde se nos muestra tal como es, con todas sus emociones, sus sueños, con todo lo que tiene que decirnos sin hablarnos. Solo necesita para ello de su pincel, su espátula, sus lienzos y, por supuesto, de su paleta. Disfrutemos de ello en toda su esencia, en toda su particularidad y en toda su generalidad.
“Natalia consigue la armonía de las formas a través del equilibrio compositivo, la unidad, la profusión de cuerpos y matices de color, la sutileza, la coherencia ... La textura juega con nuestro sentido táctil, alternando lo terso del óleo y el agua, lo rugoso de la espátula en figuraciones humanas que adquieren casi proporciones naturales”.

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Publicado por: ANALISIS, revista de la cultura dominicana. Año 22 No. 135. Mayo 1999.   
ISSN: 1027-9717
Págs. # 46-48. Santo Domingo.



















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