sábado, 16 de abril de 2011

Solemnidad y concienciación humanística en las imágenes órficas de la pintura de Natalia Conde


Por: Abil Peralta Agüero

Cada momento de la historia social, política y cultural de la humanidad se manifiesta como huella, sello o emblema de la historia misma en la iconografía artística que el hombre, en cada uno de sus respectivos estadios de civilización deja marcado en la caverna, el muro, en el mármol, en la tela o la madera.
Justo así podemos comprobarlo en la amplia galería iconográfica que el hombre del paleolítico inferior deja grabadas en la galería de imágenes que como mágica expresión de la intuición primitiva pinto y dibujo en las cuevas de Lacaux y Altamira; o bien en la memoria estética del arte helénico, el arte románico, el renacimiento italiano, el renacimiento español, el romanticismo francés, o mas recientemente en la dramática manifestación critica correspondiente a los códigos estéticos del arte moderno.
Como línea de enlace que interactúa entre las mas diversas propuestas y tipologías de la historia del arte, advertimos que como eje temático, la conciencia critica del arte apunta hacia la afirmación del drama y el compromiso social como referencia directas a las necesidades de redención que la humanidad, mediante voz invisible reclama y reclamara siempre del artista como el mas autentico portador de la voz que piensa en el nombre de todos.
La pintora dominicana Natalia Conde, tocada por la mirada del descubrimiento del maestro escultor dominicano Antonio Prats Ventós, ha decidido según proyecta la signología de su pictorialidad, ser una artista de las que no andan transitando por la periferia de la historia, sino de aquellas que asumen con responsabilidad el derecho a desgarrar el velo de la conciencia humana; reclamando la verdad de la fe, la profundidad de la herida y los signos que el dolor que ha marcado desde los tiempos mismos de nuestro origen primigenio, expresado a través de la violencia individual y colectiva, la erosión del amor o la perversidad de la guerra.
Se trata de una artista que profetiza con gesto sensible la urgencia de la paz, y pide acciones salmísticas en contra de la guerra en sus hieráticas escenas pictóricas.
Las formulaciones neo figúrales de Natalia Conde asumen el drama como parte de un vocabulario épico y solemne que desde su atmósfera órfica, niega toda articulación escénica de teatralidad, para traducirse o evocar un c1ima en el que prevalezca el símbolo, a partir de la formulación de fenómenos estéticos expresados a través de la potenciación de la luz espectral, el color den so, la veladura seccionada, la textura vaporosa, el dibujo interior y una volumetría y movimiento próximos al ritmo escultórico en la exposición anatómica de los cuerpos que a la manera de la Piero della Francesca o el Greco logra traducir a fenómenos visualisticos normados por una fuerte tensión plástica interior.
Su pintura emerge del ejercicio de una mirada focalizada hacia la sustancia de la conciencia de la historia, por lo que la forma serpenteante de los cuerpos que diseña, estructura e integra a sus telas, a partir de una volumétrica ingrávida, crean en el espectador estados visivos de una fuerte tensión entre volumen y movimiento, provocando como fenómeno perceptivo que veamos a la manera de "amontonamiento" dramáticas masas de cuerpos desnudos que en su expresión inerte manifiestan toda ausencia de acción psicológica.
Utilizando recursos cromáticos que expone en sus telas como alquímicos colores abrasivos, casi ácidos, vemos emerger figuras vibrantes y alargadas como místicamente transustanciadas por llamaradas no visibles que le han arrancado la materialidad de sus almas. Su arte es emotivo y espiritual, enriquecido por las imágenes icónicas de unos cuerpos macizos que nos golpean hasta el razonamiento crítico.
Hay en sus obras, una suma de cuerpos que en su falta de rostros aguardan una identidad misterica que bien pudiera ser el rostro de cualesquiera de nosotros, victimas posibles en cualquier escenario del mundo de la barbarie de la guerra o la violencia desatada que hoy ataca por todos los flancos de la humanidad.
Su audaz cromatismo, tratado sobre la superficie telica a la manera de los efectos del frotagge, la armonía, brío y esplendor dram6tico de sus estructuras compositivas nos llevan a recordar esas masas de Ángeles que en su "Asunción" nos expuso en el Cinquencento Corregio o bien el flamenco Rubens en su celebrada obra "Los horrores de la guerra", pintada para el Duque de Toscana, y sobre la que el pintor escribiera: "Esa lúgubre matrona vestida negro, es la infeliz Europa afligida por tantas guerras, por la rapiña, el ultraje y la miseria".
La composición de una consumada armonía que domina la arquitectura interior de sus obras, la artista la enriquece a partir del equilibrio de tonos y ritmos dominantes que acentúa en su espectro dram6tico y simbólico al superponer cuerpos que en su desnudez asumen y refractan unidades de luz que provocan en el espectador poderosas sensaciones de reflexión existencial y estados mistericos, tanto sobre la transitoriedad de la vida como sobre la terrible capacidad autodestructiva de la humanidad.
En ocasiones la artista, dando demostraciones de un sabio dominio de la volumetría y la composición visual, estructura escenas en las que percibimos cuerpos cruzados en horizontalidad, la diagonalidad y la verticalidad, esta ultima linealidad expositiva atrevidamente acentuada por el dramático movimiento plástico de cuerpos inertes en posiciones de precipitación hacia el suelo, exponiendo así un fuerte simbolismo sobre la fragilidad de la vida y la condición humana.
Esos densos juegos de reflejos lumínicos que provocan en la mirada perceptora sensaciones cataclismica, la artista los obtiene de su capacidad para administrar 10 fuerza de su dibujo interior, recurso estilístico que hace prevalecer tanto en su obra de fuerte acento dramático como en aquellas en las que celebra la identidad ancestral o manifiesta lo insondable e lucubración de lo onírico.
En el arte de Natalia Conde operan los actos y las iniciativas plásticas de apuesta hacia la destrucción consciente del mundo visible y su posterior reconstrucción sobre la tela desde su óptica personal, como una forma de activar impulsos interiores que lo mantengan fiel a su identidad creadora, aproximándose a ese complejo fenómeno estético que Paul Cesanne definió como "petitle sensation".
Dibujo, diseño, equilibrio, ritmo y armónica estructura composicional, sumados a su intuitiva y sensible administración de los escorzos en sus cuerpos, hacen de esta pinturas, portadoras de una atmósfera que la define visualmente como en estado de evaporación permanente, un acto de creación personal que aproxima la obra de Natalia Conde a los estadios de la pintura simbolista que, conjugando la prioridad del acto estético con lo
social, suscribe ideas de concienciación claramente definidas en su semántica y temperamento visual.
Esa capacidad de establecer una conectiva entre las fuentes de la realidad y la provisión inagotable del inconsciente, permite que concibamos sus fenómeno estilístico como vivencias sensitivas normados por un fuerte sentido filosófico de lo humanístico, existencial y espiritual.
Es como si la artista aspirara a fundar la republica de los sueños en sus telas, como para que jamás se repitiera ante la mirada humana, escenas tan dramáticas y tan apocalípticas como el holocausto, la guerra de Los Balcanes, el once de septiembre ..
Creemos en este tipo de manifestación estilística, filosófica y conceptual, porque el margen de que es caligrafía de su sensibilidad y de su conciencia creadora, patentiza en cada una de sus telas, rigor de diseño, espíritu constructivo, armonía dinámica y sobrios juegos de proporciones que elevan su arte a estados de equilibrio y profundidad que hablan muy bien de la capacidad creadora de una artista, que a lo largo de su carrera pictórica ha preferido apostar a la definición de una personalidad artística discreta, apartada de los carteles que anuncian el cada vez más complejo espectáculo del arte de nuestro tiempo.
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Publicado en: Catálogo de la muestra "Sobre Las Huellas, Camino". Museo de las Casas Reales. 
22 de marzo del 2005. Santo Domingo. RD













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