sábado, 16 de abril de 2011

Natalia conde y la benevolencia de sufrir por su Arte





Por: Cándido Gerón 

Fundirse en la creación es comprender el drama de sus misterios. EI artista hará que su obra emplace ese destino. EI artista no tiene otra alternativa que reconocerse en ella, porque siempre los espíritus se pondrán de su parte.
EI arte y el artista luchan dentro de si mismo, es decir, compiten para superarse uno al otro. Como la sutileza intelectual que crea con desesperación la forma extraña de la palabra, con envidiable reputación.
Impactante su técnica. Sus pinturas producen en el espectador una catarsis de sueños y conquistas. Acusa su energía un poder de síntesis cromática sorprendente. Desde el punto de vista de su arquitectura, su obra plástica expone en su conjunto una metamorfosis consecuente con su emoción comunicativa.
Las visiones de la artista parecen surgir de un mundo onírico, al transmutar las imágenes de sus personajes, las cuales se distienden y se reconcilian en sus amores. Partiendo de estas premisas, estos personajes disponen del movimiento y de la composición, porque no hay duda de que Natalia Conde tiene un gran dominio de las soluciones pictóricas.
Lo que mas le interesa a ella son las sublimaciones, los supuestos, las apariencias, para explorar de manera espontánea en lo místico, que es lo mismo que decir, en los orígenes de la humanidad, pero, claro esta, sin caer en prosaísmo o trivialidades. De hecho, Natalia Conde es una pintora con amplitud de miras, que no se contenta con las formas manidas del arte, sino que va mas allá de sus visiones hasta establecer un esquema de innovaciones y descubrimientos.
Estas visiones, no obstante, se afirman en lo académico y en un corolario de ideas subyugantes, hasta establecer un abanico de reflexiones inmutables.
Pocas artistas dominicanas poseen el bagaje académico e intelectual de Natalia Conde. Hablar del cromatismo envolvente de su pintura, es hacer un ejercicio mecánico, puesto que ya nos tiene acostumbrados a la seductora luz de sus cuadros. Ni que decir del placer que nos producen también, sus imágenes, ricas en recursos y vivencias.
En sus pinturas, para decirlo con palabras de Carlos Baudelaire: "el juego es una pasión violenta y con tenida al mismo tiempo”. Es fácil advertir sus fulgores, las alegrías y tristezas de sus modelos, la interioridad y superioridad de algunos, el sentimiento trágico, anodino, la mezcla de regocijo y destemplanzas. Hay en ellas, como ya hemos afirmado
en otros trabajos, lo axiomático y primitivo, el problema de la identidad y la preocupación mística que es el telón de escándalos o silencios que desmadejan la mayoría de sus personajes.
Estos personajes, evidentemente, reproducen el más fiel espejo de la vida, por ello, al estudiar el arte de Natalia Conde, debemos tener mucho cuidado en las interpretaciones, pues, se puede dar el caso de que las aceptemos erróneamente. Aunque no podemos negar que estos personajes son violentos como las pinceladas e impulsos místicos de la artista, que ciertas imágenes pueden llevarnos a las alegrías y desesperos que ella refleja, pero lo que más nos interesa en su arte es el valor artístico, la doble naturaleza que suscita la frontera de lo maravilloso.
Haré observar una vez mas, la dominante personalidad de Natalia Conde, una artista de muchas garras pictóricas. Por otra parte, y como forma curiosa, ella participa en sus pinturas como espectadora desinteresada, inclinándose tenebrosa -como diría Baudelaire- en los homos de la metafísica. De esa manera, se aproxima a su infancia y, no obstante,  y sin esfuerzo alguno, pinta muy rica y espiritualmente. 

Publicado en: catálogo "Antítesis de la memoria" Págs. 3 & 4
Fundación Guayasamín / Santo Domingo. 1998.


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